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GRAMÁTICA
DE LA
LENGUA CASTELLANA
GRAMÁTICA
DE LA
LENGUA CASTELLANA
POR
LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA
NUEVA EDICIÓN, REFORMADA
MADRID PERLADO, PÁEZ Y COMPAÑÍA
(SUCESORES DE HERNANDO) IMPRESORES Y LIBREROS DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA
1917
Esta obra es propiedad exclusiva de la Real Academia Española, que se reserva cuantos derechos le correspotiden con arreglo a la ley de Propiedad intelectual de jo de enero de iSjo y a los convenios sobre la materia celebrados por España con otras naciones.
Madrid. — Imprenta de los Sucesores de Hernando, Quintana, núm. 33.
ADVERTENCIA PRELIMINAR
La ley de 9 de septiembre de 1857, en su artículo 88 declara que la Gramática de la Academia Española es texto obligatorio y único en las escuelas de enseñanza pública. Para cumplir las gra- ves obligaciones que esta soberana disposición impone, ha hecho la Academia en varias épocas y en anteriores ediciones de su Gramática algunas reformas, acerca de las cuales creyó que no debía llamar la atención del público porque las consideraba, y eran en realidad, reformas de detalle más bien que de conjunto.
Pero los positivos adelantos que en estos últimos tiempos ha realizado la ciencia del lenguaje, despertando entre las gentes cultas plausible y notoria afición a los estudios gramaticales, pusieron de manifiesto la conveniencia de apresurar el plantea- miento de la reforma que tenía proyectada la Academia, y la necesidad que se imponía de hacerla tan extensa y tan completa como fuera preciso, si había de responder a las necesidades y al progreso de los tiempos.
Pero aun obedeciendo a razonables y justas exigencias, no podía ni debía realizarse de una vez y por completo la reforma que proyectaba la Academia. Consideraciones de orden doctri- nal y pedagógico aconsejaban que se hiciera por etapas y en ediciones sucesivas; y por eso, aceptando el plan que las cir-
VI GRAMÁTICA CASTELLANA
cunstancias del momento aconsejaban, se ha conservado desde luego la división tradicional de la Gramática en las cuatro par- tes llamadas Analogía, Sintaxis, Prosodia y Ortografía, con lo cual se facilita el planteamiento de la reforma, puesto que no se altera en lo más mínimo el plan general de exposición de la doctrina. Lo que sí ha variado fundamentalmente, radicalmente podríamos decir, es, no el concepto del contenido de la Sintaxis, pero sí el método y plan de exposición de la doctrina sintáctica, y hasta la forma misma de esa exposición, que en la edición presente es más lógica, más razonada que en las anteriores; y además la doctrina gramatical se presenta confirmada por mayor número de autoridades de los más eminentes escritores espa- ñoles de todas las épocas.
Las innovaciones proyectadas para la Ortografía y la Proso- dia no podían alcanzar a esta edición, ni eran tampoco de inme- diata urgencia, y por eso en ella se conserva intacto el texto con que estas dos partes de la Gramática aparecieron en ediciones anteriores.
En la Analogía se han hecho algunas importantes reformas, nada más que algunas, las absolutamente necesarias para aclarar ciertos puntos doctrinales y para poner en armonía el contenido de esta parte de la Gramática con la reforma introducida en la Sintaxis, reforma que se imponía, que no podía aplazarse por más tiempo, y que la Academia pretende plantear en nuestras escuelas sin el aparato de innovaciones peregrinas, porque en realidad no es otra cosa que una restauración de la doctrina tradi- cional; restauración que se ha realizado fundiendo la doctrina anti- gua en los moldes que para los estudios gramaticales han abierto los modernos adelantos de la Filología y la Lingüística.
INTRODUCCIÓN
Llámase idioma o lengua el conjunto de palabras y modos de hablar de cada nación. La lengua principal de los naturales de España se llama española. También se llama comúnmente lengua castellana, porque Castilla, habiendo contribuido en modo preponderante a formar la nación española, logró que su propia lengua prevaleciese sobre los dialectos afines que se hablan en los antiguos reinos de León, Aragón y Navarra, e hizo que se propagase por la conquista a Andalucía, Murcia y Extremadu- ra, y luego a las inmensas regiones descubiertas y civilizadas por los españoles en América y Oceanía. Y aunque la lengua caste- llana no ha prevalecido totalmente sobre las de los otros pueblos que habitan la Península Ibérica, puesto que así los portugueses, que forman un Estado aparte, como los vascongados, los galle- gos y los pueblos que hablan el catalán o alguna de sus varieda- des (Cataluña, Valencia y las Islas Baleares), conservan su pro- pio lenguaje y lo cultivan literariamente, también es cierto que la lengua de Castilla no es sólo la del mayor número de los españoles, sino también la lengua oficial de todo el reino de España, y la que ha sido consagrada en mayor número de mo- numentos literarios.
Gramática es el arte de hablar y escribir correctamente.
VIII GRAMÁTICA CASTELLANA
Propónese, por tanto, enseñar a conocer el valor y oficio de las palabras, el modo de formar con ellas oraciones y el de pro- nunciarlas o escribirlas; y se divide en cuatro partes, llamadas Analogía, Sintaxis, Prosodia y Ortografía, las cuales correspon- den a los cuatro indicados fines de conocer (Analogía), ordenar (Sintaxis), Pronunciar (Prosodia) y escribir correctamente (Or- tografía).
PARTE PRIMERA
ANALOGÍA
capitulo i
DE LA ANALOGÍA EN GENERAL
i. La Analogía es la parte de la Gramática que enseña el valor de las palabras consideradas aisladamente, con todos sus accidentes.
2. Para representar por escrito los sonidos de que se componen las palabras, inventáronse k>s signos llamados letras; el catálogo ordenado de éstas se denomina abecedario o alfabeto. Por extensión, se da también el nombre de letra a la misma articulación o sonido.
3. a) El alfabeto castellano consta de los veintiocho signos o letras siguientes :
a, b, c, ch, d, e,f, g, h, i, j, k, l, 11, m, n, ñ, o, p, q, r, s, t, u, v, x, y, z.
b) Estas letras representan dos clases de sonidos : vocales y con- sonantes. Representan sonidos vocales la a, e, i, o, u. Los sonidos vocales se producen por una espiración que hace vibrar la laringe, ora sin que el sonido producido en ésta se modifique a su paso por la boca — a — , ora modificándose sólo mediante una ligera elevación de la lengua en la parte anterior — e, i — , o en la parte posterior, adelantando los labios — o, u.
c) Todas las demás letras del alfabeto se llaman consonantes por- que suenan con las vocales, ya dejándose oír antes, como cuando pronunciamos da, le, ni, ro, su, ya dejándose oír después, como en ad, el, in, or, us, ya antes y después, como en dal, tras. El sonido de
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la consonante es una articulación que modifica el de la vocal por medio del contacto completo o de una grande aproximación del velo del paladar a la base de la lengua, o de ésta a lo alto del paladar o a los dientes, o de los labios entre sí, o de los labios y los dientes. Aunque alguna vez la consonante tiene sonoridad continuada seme- jante a la de la vocal (v. gr., la / o la r), por lo común su articula- ción no es claramente perceptible al oído sino cuando va unida a una vocal.
4. Sílaba es la emisión indivisa de un sonido vocal, sea simple o compuesto, ora solo, ora acompañado de articulaciones consonantes. Así, en a-flic-ción tenemos tres sílabas, y en me-nos-pre-cidis cuatro. Como ya se ha dicho, las consonantes pueden preceder, seguir, o preceder y seguir al sonido vocal.
5. Llámase palabra, vocablo, voz, dicción o término la sílaba o conjunto de sílabas que tiene existencia independiente para' expre- sar una. idea. Esta puede ser, ya de substancia, ya de calidad, ya de relación.
6. La palabra o reunión de palabras con que se expresa un jui- cio, se llama en Gramática oración.
7. Clasificando las palabras por las ideas que representan, o por el oficio que desempeñan, se reducen todas, para facilitar el análisis, a nueve clases, llamadas partes de la oración; a saber : nombre subs- tantivo, nombre adjetivo, pronombre, artículo, verbo, adverbio, preposi- ción, conjunción e interjección.
8. Las partes de la oración se dividen en variables e invariables. Llámanse variables aquellas que por virtud de ciertos accidentes gramaticales admiten en su estructura alguna alteración, y son el nombre, el adjetivo, el pronombre, el articulo y el verbo. Las invaria- bles se llaman así porque no consienten tales modificaciones, y son el adverbio, la preposición, la conjunción y la interjección.
9. Dos de estos accidentes gramaticales son el género y el número. El género no tiene aplicación al verbo; el número la tiene a todas las partes variables.
10. a) Género es el accidente gramatical que sirve para indicar el sexo de las personas y de los animales y el que se atribuye a las cosas, o bien para indicar que no se les atribuye ninguno.
b) Aunque algunos seres principales de diferente sexo recibieron nombre diferente (hombre mujer, caballo yegua, toro vaca), lo común es que se aplique una misma denominación a personas y animales de diferente sexo, distinguiendo éste por medio de la terminación del mismo vocablo (niño niña, pastor pastora, perro perra). Así se cons- tituyeron dos géneros, que se denominaron masculino el primero y
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el segundo femenino. Todos los demás objetos que no pertenecen a uno ni a otro debieron considerarse como neutros y formar, con esta denominación, un tercer género (neuter, en latín, significa ni uno ni otro). Mas por razones de semejanza o de analogía, se han ido agre- gando al género masculino o de los machos, y al femenino o de las hembras, nombres de cosas que no tienen sexo. En género neutro se emplean en castellano el adjetivo y el pronombre, cuando significan lo genérico y lo abstracto; el artículo, en una de sus terminaciones, y rara vez el substantivo, adjetivado en cierto modo, como lo prin- cipe y lo capitán, expresión análoga a la de lo cortés y lo valiente.
c) Hecha esta división de los géneros para el nombre, vinieron a acomodarse a ella el artículo, el adjetivo y el pronombre, para con- cordar o concertarse con el substantivo a que se refieren.
d) A veces se da a ciertos animales, para ambos sexos, un solo nombre, ya sea masculino, ya femenino. Estos substantivos anómalos han sido clasificados por los gramáticos en grupo aparte, al cual, por analogía, se ha dado también título de género, llamándole epi- ceno (¿idxotvo^, en griego, significa en comtín). A este género pertenecen buho, escarabajo (masculinos); águila, rata (femeninos), y otros varios.
e) Por igual razón se ha constituido en género aparte el llamado común, para nombres de persona que, conviniendo a entrambos sexos con una sola terminación, admiten el artículo masculino o el femenino, según se trate de varón o de hembra; como homicida, mártir, testigo, etc.
/) Y por último, el género ambiguo, al cual pertenecen nombres de cosas que suelen usarse en ambos géneros, diciendo, por ejem- plo, el calor y la calor, el puente y la. puente, etc.
ii. a) Número es el accidente gramatical que sirve para indicar si un vocablo se refiere a una sola persona o cosa, o a más de una.
b) El número se divide en singular y plural. El singular denota un solo individuo; el plural, dos o más. Ejemplos:
Singular . . . La mujer hacendosa trabaja todo el día. Plural Las mujeres hacendosas trabajan todos los días.
c) Obsérvese la alteración que han tenido los términos de la ora- ción en singular para pasar a plural. De las leyes de esta variación se hablará adelante.
Examinaremos ahora las nueve partes de la oración, por el orden en que se han enumerado.
GRAMÁTICA CASTELLANA
CAPITULO II
DEL NOMBRE SUBSTANTIVO
12. a) Nombre substantivo, llamado también únicamente nombre o substantivo, es aquella parte de la oración que sirve para designar seres, personas o cosas que tienen existencia independiente, ya en la realidad, ya por abstracción o personificación; como piedra, Al- fonso, Toledo, virtud, verdor, color, dureza.
b) El substantivo puede subsistir por sí solo en la oración, a dife- rencia del adjetivo, que necesita siempre unirse a un substantivo, a no emplearse substantivado o en el género neutro, como se dirá en su lugar.
c) El substantivo se divide en genérico y propio.
d) Nombre genérico, que también se llama apelativo o común, es el que conviene a todas las personas o cosas de una misma clase, como hombre, caballo, ciudad, nombres que respectivamente se apli- can a todos los hombres, a todos los caballos y a todas las ciudades. Para designar una persona o cosa especial, el substantivo apelativo necesita acompañarse de otras voces determinativas, como son el adjetivo, el pronombre y el artículo: hombre viejo, el hombre viejo, ese caballo, o simplemente el caballo.
e) Nombre propio es el que se da a persona o cosa determinada, para distinguirla de las demás de su especie o clase; v. gr.: Antonio, un hombre que se llama así; Rocinante, el caballo de D. Quijote; To- ledo, famosa ciudad de España. Un mismo nombre propio se puede aplicar a varias personas o a cosas diferentes; pero indica siempre una determinada, a diferencia del apelativo, que denota que entre todas las que se designan con él existe identidad o semejanza, por lo cual se les atribuye una misma denominación.
f) Los accidentes gramaticales del nombre son el genero y el número.
GÉNERO DE LOS NOMBRES
13. Ya hemos dicho en los párrafos del número 10 que los géne- ros son seis; a saber : masculino, femenino, neutro, epiceno, común y
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ambiguo. Para mayor claridad de las reglas que siguen, se pueden clasificar los nombres por su significación y por su terminación.
i4- Reglas del género de los nombres, por su significación. —
a) Los nombres propios y los apelativos de varones y animales ma- chos son del género masculino: propios, como Antonio, Rocinante; apelativos, como hombre, caballo.
b) Los propios y los apelativos de mujeres y animales hembras son femeninos: propios, como Irene, Zapaquilda; apelativos, como mujer, gata.
c) Por esta razón, un mismo nombre propio puede ser, ya mas- culino, ya femenino, según el sexo de la persona que lo lleva: Don Trinidad y Doña Trinidad.
d) Los nombres que significan oficio, empleo, etc., propios de varones, son masculinos; como patriarca, albañil, piloto, alférez; y los de mujeres son femeninos; como azafata, nodriza.
e) Los apellidos reciben el género de la persona que los lleva. Así, hablando de un hombre dijo Cervantes el otro Mendoza; y hablando de una mujer, la Cañizares.
f) Los nombres propios de reinos, provincias, ciudades y todos los que significan poblaciones o extensión mayor o menor de terri- torio, siguen, por lo común, el género de su terminación; por ejem- plo: España es sobria; Guipúzcoa, húmeda; Bilbao, industrioso. Los nombres de población que por sus terminaciones pudieran corres- ponder a cualquiera de los dos géneros, como Madrid, Calatayud, Jerez y otros muchos, son, por lo regular, masculinos. Hay pueblos conocidamente del género masculino o femenino por su termina- ción, y que no obstante se usan como si fueran del género opuesto; v. gr. : la gran Toledo; todo Málaga; pero consiste en que allí se sobrentiende la voz ciudad y aquí la de pueblo.
g) Los nombres de ríos son masculinos; como Genil, Tajo, Gua- diana, Manzanares. Sin embargo, en Aragón se dice la Huerva, y en Valladolid, el Esgueva y la Esgueva.
h) Los nombres de las letras del alfabeto castellano son femeni- nos; como la a, la b.
i) Los aumentativos y diminutivos son, por lo común, del género de los nombres de donde nacen; como angelote, hombrón, perrazo, que son masculinos porque lo son ángel, hombre, perro, de los cuales se derivan; poemita, poetilla son también masculinos porque lo son sus primitivos poema y poeta. Pero a veces de primitivos femeninos se forman aumentativos en on, y no en ona; como de aldaba, aldabón; de cuchara, cucharón; de memoria, memorión.
6 GRAMÁTICA CASTELLANA
j) Los nombres que sólo se usan en número plural son del género a que corresponderían en singular si lo tuviesen en uso, como albri- cias, maitines, de los cuales el primero es femenino y el segundo mas- culino, porque, a usarse en singular, lo serían albricia y maitin.
15. Reglas del género de los nombres, por sus terminaciones.—
a) Las reglas que siguen no tienen aplicación a los nombres propios, cuyo género, como ya se ha dicho, no es otro que el del sexo a que pertenecen las personas o animales que los llevan, o el del nombre apelativo o genérico que los comprende; prescindiéndose común- mente de la terminación, que a veces es anómala; pues al paso que Egica, Fruela, Numd, Tulga, Arlanza, Chica, Turia, Himalaya, Gua- darrama y otros muchos corresponden al género masculino, Dido, Erato, Juno, Nunilo, Safo, etc., son femeninos; Calisto pertenece a este género, y Calixto al masculino.
16. a) Terminados en a. — Son en su mayor parte femeninos, com< > cabeza, palma, pluma, redoma, tienda. Exceptúanse por masculinos albacea, día y otros, particularmente de origen griego, tales como anagrama, apotegma, axioma, clima, cosmorama, diafragma, dilema, diorama, diploma, drama, edema, enigma, entimema, epigrama, idio- ma, lema, mapa, melodrama, monograma, panorama, pentagrama, pla- neta, poema, prisma, problema, programa, síntoma, sistema, sofisma, telegrama, teorema. Los de igual origen terminados en ia o ia, como antinomia, autocracia, democracia, economía, ironía, oligarquía, etc., siguen la regla general.
b) Son del género epiceno águila, llama (animal), rata y otros; del ambiguo, aroma, cisma, neuma y algunos más; y del común. petardista, telegrafista, modista (no es aceptable la forma modisto, que muchos emplean), centinela, paria; y cuando se usan como substan- tivos, hermafrodita, idiota, homicida.
c) Hay otros nombres de los terminados en a que son, ya mascu- linos, ya femeninos, según la acepción en que se usan. Barba, por ejemplo, es femenino cuando significa la parte del cuerpo humano así llamada; y es masculino cuando denota al actor que representa papeles de anciano. Cura, sacerdote, es masculino, y femenino en las demás acepciones. Cometa ei masculino como cuerpo celeste, y femenino como juguete de muchachos. Crisma, en estilo grave es masculino, y femenino en el vulgar. Fantasma es del primero de dichos géneros cuando significa ilusión de la fantasía o del sueño, y también cuando con este nombre se designa al hombre presuntuoso y entonado; pero es femenino cuando se aplica al espantajo. Tema, como argumento de un discurso, es masculino; y cuando denota
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porfía, capricho, obstinación, es, en el uso moderno, femenino. Lo mismo sucede con otros nombres diversamente terminados, como luego se dirá.
d) Vigía, vista y otros varios pasan a ser masculinos cuando con ellos se designa a un hombre; v. gr. : el vigía ha hecho la señal.
e) Los nombres de signos musicales la y fa, y los de dos o más sílabas terminados en a acentuada, son masculinos; como agá, bajá,
farfala, maná. Mamá es femenino por su significación, y albalá, ambiguo.
17. a) Terminados en e. — Son en su mayor número masculinos, como adarve, declive, lacre, poste, talle, etc. Exceptúanse por feme- ninos aguachirle (i), ave, azumbre, barbarie, base, cariátide, catás- trofe, certidumbre, clámide, clase, clave (por llave), cohorte, congerie, corambre, corte (por la residencia del Soberano, por comitiva y obse- quio), costumbre, crasicie, creciente, cumbre, chinche, dulcedumbre, efigie, especie, estirpe, falange, fase, fiebre, fuente, hambre, higiene, hueste, índole, ingle, intemperie, landre, laringe, leche, legumbre, liendre, lite, lumbre, llave, madre, mansedumbre, mente, mole, molicie, muchedumbre muerte, mugre, nave, nieve, noche, nube, parte (por la de un todo),/¿z- tente, pesadumbre, peste, pirámide, planicie, plebe, podre, pringue, pro- genie, prole, salve, sangre, sede, serie, servidumbre, sirte, suerte, super- ficie, tarde, techumbre, torre, trabe, trípode, troje, ubre, urdiembre o urdimbre y otros que la práctica enseñará. Consorte y cónyuge son del género común.
b) Úsanse como masculinos y femeninos arte, dote, frente, hojal- dre, lente, puente y tilde. No se entienda que algunos de estos nom- bres y otros de igual índole que más adelante se mencionan, pueden usarse indistintamente en cualquiera de los dos géneros; pues en ocasiones se les aplica el uno, y en otras el opuesto. Arte, por ejem- plo, aunque por una regla fundada en la eufonía lleva siempre en singular el artículo el, propende más bien al género femenino. Así, decimos: arte poética; arte magna de Raimundo Lidio; pero también suele decirse arte romántico, arte diabólico. En plural rara vez deja de ser femenino. Dote, cuando significa el que lleva la mujer al matrimonio o al claustro, es ambiguo; cuando indica las buenas cua- lidades de las personas es femenino, y se usa comúnmente en plural; y es masculino cuando alude al total de fichas que al principiar cier- tos juegos de naipes se dan a cada jugador. Frente es voz femenina cuando significa la parte del rostro así llamada; cuando se usa en
(1) Éste, en rigor, es un compuesto del substantivo femenino aguay del adjetivo chirle; pero en igual caso se halla aguardiente, y el uso lo ha hecho masculino.
8 GRAMÁTICA CASTELLANA
sentido metafórico, con aplicación a un edificio o a un ejército, se usa más bien en el género masculino. Puente se halla usado como femenino por todos los escritores de nota hasta fines del siglo xvii. Lope de Vega tituló una de sus comedias Por la Puente, Juana; otra de Calderón se nombra La Pue?ite de Mantible; y conocido es el so- neto de Góngora que principia con este verso : Señora Doña Puente segoviana. Todavía se da el mismo género a este substantivo en la locución proverbial ni al vado ni a la puente, y hasta como apellido lo conserva; pero en el día son ya pocos los que no lo emplean como masculino.
1 8. Terminados en i. — Son masculinos, como álcali, alhelí, ber- biquí, bisturí, borceguí, cadí, colibrí, neblí, rubí, tahalí, zahori, zaqui- zamí, zurriburri. Exceptúanse por femeninos diócesi, hurí, metrópoli, palmacristi y algún otro.
19. Terminados en o. — Son masculinos, como aro, cabello, aba- nico, mosto, escudo. Exceptúanse mano, nao y seo, que son femeninos. Peo y testigo son comunes. Pro se halla usado como ambiguo.
20. Terminados en u. — Son masculinos, como alajú, biricií, bu, espíritu, tisú. Tribu se halla usado en los dos géneros, pero hoy es sólo femenino.
21. Terminados en d. — Son femeninos, como bondad, lid, merced, salud. Exceptúanse por masculinos abad, adalid, almud, alud, ardid, áspid, ataúd, azud, césped, cfod, laúd, sud, talmud. Huésped es común.
22. Terminados enj. — Son masculinos, como boj, carcaj, reloj. Exceptúase troj por femenino.
23. Terminados en 1. — Son masculinos, como abedul, árbol, atril, clavel, facistol, panal. Exceptúanse por femeninos cal, cárcel, col, cre- dencial, decretal, hiél, miel, piel, sal, señal y algún otro. Canal es am- biguo en muchas de sus acepciones. Capital es masculino cuando significa caudal, y femenino cuando significa ciudad.
24. Terminados en n. — Son masculinos, como almacén, bastón, betún, desorden, dictamen, hipérbaton, hollín, pan, polisíndeton, régi- men, volumen. Exceptúanse por femeninos los verbales en ion, como lección, satisfacción, y en general todos los de la misma terminación, sean o no verbales, menos unos cuantos que son masculinos, como alción, aluvión, bastión, centurión, gorrión, limpión, sarampión, turbión. Son también femeninos arrumazón, binazón, clavazón, cavazón, clin o crin, comezón, desazón, imagen, plomazón, razón, reventazón, salazón, sartén, sazón, segazón, sinrazón, trabazón, virazón y algunos otros. Margen se usa ya como masculino, ya como femenino. La palabra orden es muy varia en el género. Como significación del sacramento así llamado es masculina, y, sin embargo, se dice las sagradas (no
PARTE I, CAPITULO II 9
los sagrados) órdenes. Cuando esta voz significa alguno de los órde- nes arquitectónicos, es también masculina; v. gr. : orden dórico, orden corintio; y lo es igualmente cuando denota regularidad, quie- tud, buen régimen en cualquier concepto, o cosas semejantes; verbi- gracia : Fulano es amante del orden. En otras significaciones es feme- nina; por ejemplo, cuando equivale a precepto; v. gr: la real orden de tal fecha; y cuando con este vocablo se designan ciertos institu- tos, como la Orden de Alcántara, Calatrava, etc. Por último, cuando dicha voz expresa comunidades religiosas, nunca deja de ser feme- nina en plural; pero en singular se nombra unas veces con el artículo masculino y otras con el femenino; v. gr. : el Orden de Predicado- res; la Venerable Orden Tercera de San Francisco. Virgen es común.
25. Terminados en r. — Son masculinos, como albur, ámbar, collar, éter, placer, temor, zafir. Exceptúanse por femeninos flor, labor, mujer, segur, zoster. Cuando se habla de azúcar en general o sin más objeto que designar su procedencia, se da más bien a este vocablo el género masculino que el femenino, sobre todo en plural : los azúcares están caros; los mejores azúcares son los de Cuba; mas no tiene género fijo en singular cuando se le agrega algún calificativo; así, unos dicen azúcar rosado, terciado, y otros, rosada, terciada, etc. Color es ya poco usado como femenino. La palabra tnar es ambigua, aunque con más tendencia al género femenino, como lo prueban las locuciones siguientes : do va la mar, vayan las arenas; hacerse a la mar; quien no se aventura no pasa la mar, y otras varias. Cuando a esta palabra se agrega un nombre especial para distinguir un mar de otro, es hoy siempre masculina; por ejemplo: el mar Atlántico, el mar Mediterrá- neo, etc.; pero cuando se quiere expresar alguno de los ordinarios accidentes del mar, el misino vocablo se emplea como femenino y, así, decimos : larga mar, alta mar; y del mismo modo se han for- mado las voces compuestas bajamar, pleamar. Mártir es común.
26. Terminados en s. — Son masculinos, como anís, arnés, as, fomes, jueves, mes, mus. Exceptúanse por femeninos anagnórisis, bilis, caries, crisis, elipsis, hematites, hipótesis, lis, litis, mies, paráfrasis, perí- frasis, res, selenites, síntesis, silepsis, tesis, tisis, tos, y en general todos
los de origen griego acabados en is, pues de este origen sólo son masculinos Apocalipsis, paréntesis y algún otro. Análisis se emplea como ambiguo. Cutis, más como masculino que como femenino. Iris, cuando denota' el arco así llamado, o el círculo de varios colores que se ve inmediato a la pupila del ojo, es del género masculino; perte- nece al femenino como nombre propio de la ninfa mensajera de los dioses.
27. Terminados en t. — Son masculinos, como acñmit, cénit.
I O CRAM ÁTICA CASTELLANA
28. Terminados en x. — Son masculinos, como carcax, fénix.
29. Terminados en z. — La mayor parte de ellos son femeninos, como altivez, cerviz, codorniz, coz, cruz, faz, paz, etc. Exceptúanse por masculinos albornoz, alcuzcuz, almez, almirez, altramuz, antifaz, arroz, barniz, capuz, haz (por el de leña), matiz, orozuz, pez (animal), regaliz, tamariz, tamiz, terliz, testuz y otros. Prez y doblez son am- biguos.
NÚMERO DE LOS NOMBRES
30. a) El número se divide en singular y phíral, como ya se ha dicho.
b) El plural se forma del singular añadiendo a éste una o más letras, para lo cual se observarán las reglas siguientes :
c) El singular de los nombres termina, o en vocal no acentuada, o en vocal acentuada, o en consonante. El plural de los que acaban en vocal no acentuada se forma añadiendo una í al singular, como carta, llave, pañuelo; — cartas, llaves, pañuelos.
d) Los que terminan en vocal acentuada reciben en el plural la sílaba es, como bajá, carmesí, rondó, tisú; — bajaes, carmesíes, rondóes, tisiíes. Del propio modo se forma el plural de las vocales a, e, i, o, u: aes, ees, íes, oes, úes. Exceptúanse papá y mamá, chacó y chapó, cuyos plurales son papas y mamas, chacos y chapos; y maravedí, que tiene tres : maravedíes, maravedís, maravedises. Y no faltan ejemplos de haberse usado en plural algunos otros vocablos de esta misma índole con el simple aditamento de la í. Los que finalizan con la letra e acentuada también hicieron, por punto general, su plural en es en otros tiempos, y así Calderón, en La Dama Duende, jornada III, escribió : Ceáticas son estas cees, y también se halla escrito cafees,
fees. Mas resistiéndose nuestra lengua a doblar las vocales, hoy las palabras agudas finalizadas en e toman sólo una s para el plural, como de café, cafés; de canapé, canapés; de pie, pies.
e) Los que acaban en consonante reciben también en el número plural la sílaba es, como atril, carmen, cárcel, mes, razón, verdad, troj; — atriles, cármenes, cárceles, meses, razones, verdades, trojes.
f) Los apellidos patronímicos acabados en z y cuyo acento carga sobre la penúltima o antepenúltima vocal, como Sánchez, Pérez, Mar- tínez, Alvarez, no consienten alteración alguna en el plural, y así de- cimos: los Pérez, los Álvarez; ¡cuántos Martínez hay en esta cofradía!
g) En el mismo caso están todos los vocablos de más de una sílaba acabados en í y no acentuados en su última vocal; v. gr.: Car-
PARTE I, CAPITULO II II
los, crisis, dosis, éxtasis, lunes, martes, etc., cuyos singulares y plura- les son siempres idénticos.
h) Algunos nombres de origen extranjero acabados en una con- sonante que nuestro idioma no usa ordinariamente como final, ofre- cen anomalías en sus plurales. Están autorizados álbumes, de álbum; tárgumes, de iargum. Ultimátum no suele usarse en plural. El plural de frac es fraques. Pailebot y paquebot hacen el plural en -es> siguiendo la regla general, con tanto más motivo cuanto que tienen también un singular: pailebote y paquebote. El plural de lord es lores, y el de cinc o zinc es cines o zines (i). El provincialismo aragonés excrex hace su plural excrez.
31. a) Casi todos los nombres se usan en los números singular y plural; pero hay algunos que ordinariamente tienen el primero sin el segundo, y otros por el contrario.
b) Generalmente, los nombres propios de reinos, provincias, montes, mares, etc., no tienen plural. Sin embargo, decimos las Américas, las Castillas, las Andalucías, porque hay América Septen- trional, Central y Meridional; Castilla la Vieja y Castilla la Nueva; Andalucía Alta y Baja. Solemos también poner en plural estos nom- bres y otros semejantes que representan objetos únicos, cuando nuestra imaginación los considera múltiples. Así, dice Altisidora a D. Quijote:
Llevaste dos mil suspiros 1 Que, a ser de fuego, pudieran | Abrasar a dos mil Troyas, | Si dos mil Troyas hubiera.
c) Igualmente usamos en plural la misma clase de nombres cuando hacen oficio de apelativos; como dos Mercurios de bronce; cuatro Murillos, uno de ellos en tabla y los demás en lienzo.
32. a) Xo tienen generalmente plural los vocablos que repre- sentan cosas de suyo singulares, únicas, como el caos, u otro cual- quiera cuyo significado absoluto lo repugna, como la nada, la inmor- talidad.
b) Carecen también de plural los nombres genéricos, siempre que de ellos se habla en absoluto, como el oro, la plata, el cobre, el vino, el cáñamo. Dáseles plural, sin embargo, para indicar las varias clases en que por su mayor -o menor pureza y mérito se subdivide cada cual de los géneros; v. gr. : las platas de Sierra Almagrera; los vinos de Jerez; los cáñamos de Granada.
(1) En otras voces extranjeras de reciente introducción se adoptan plurales que repugnan a la índole del idioma español; por ejemplo : clubs de club, y complots de complot.
12 GRAMÁTICA CASTELLANA
c) En el mismo caso se hallan los nombres de las virtudes y vicios, en su rigurosa significación, como la/*?, la esperanza, la cari- dad, la avaricia, la pereza; pero en otras acepciones decimos han falsificado dos fes de bautismo; hay caridades mal entendidas; es un mozo de esperanzas.
d) Tampoco suelen usarse en plural ciertos nombres de institu- tos militares, como artillería, caballería, infantería, ni muchos de los que terminan en ismo, como cristianismo, islamismo, jansenismo, maquiavelismo, vandalismo y otros.
e) Carecen ordinariamente de plural los nombres de ciencias y artes, como Gramática, Jurisprudencia, Retórica, Teología; pero se dice las Matemáticas; y tomados estos nombres en otras acepcio- nes, ha escrito dos Gramáticas; déjese usted de retóricas, etc.
f) Por último, no admiten el plural ciertos nombres procedentes de un verbo latino en una terminación personal, como déficit, fíat, exequátur.
g) Algunas voces compuestas no admiten plural, como correve- dile, hazmerreír, quitalpón; otras lo admiten en los dos vocablos de que generalmente constan; otras sólo en el segundo, a excepción de Hijosdalgo, cvALESquiera y QUiEUESquiera.
h) Aquellas voces compuestas que tienen por primer elemento un verbo, son en él invariables, como porta/usíI, quitasoI; pero pasan al plural en el segundo elemento componente: portaEVSiEES, quitasoEES. En algunas de estas voces dicha segunda parte se halla en plural; como destripaJERRONES, mondaDiE^¡TES, sepancu antos; y en tal caso lo mismo se escribirán y pronunciarán aplicadas a una persona o cosa que a muchas.
i) Dimes y diretes, que se componen de un verbo y de un pro- nombre, son forzosamente plurales, y por esto llevan la í caracte- rística del número plural.
33. a) Donde menos regularidad se advierte es en las voces for- madas con dos substantivos o con un adjetivo y un substantivo, pues en unas toma el número plural el primer elemento de que se com- pone, y en otras no. Se dice, verbigracia, GENTíLEshotnires, ricas- hembras, y no se dice BOCASmangas ni xiAsductos ni FERROScarrilcs.
b) Cuando la primera de dos voces unidas para formar una sola pierde o cambia alguna letra, no se altera en el plural. De esta es- pecie son jocoserios, Boquirrubios, TRAGicomedias, EiEigranas y otras muchas. Niéganse igualmente a toda variación en la estructura las preposiciones o adverbios, o vocablos que hacen el mismo oficio y que carecen de plural; como A^TEdiluvianos, co^ítr Amaestres, equi- distantes, RECiE^venidos, SEMictrculos.
PARTE I, CAPITULO II 1 3
c) Los nombres de pueblos que se componen de dos palabras sólo hacen plural en su segunda parte. Así, se deberá decir, por ejemplo : en España hay multitud de Y illa/t ancas (la del Panadés, la del Bierzo, etc.), y no \' ill as/ 'raneas. La misma regla siguen estos nombres cuando se emplean como apellidos; v. gr. : ilustraron las armas y las letras en el siglo XVI los Villa/ 'raneas y los Yillavícío- sas, y no los ViLLAsfrancas ni los YiLLASviciosas.
34. a) Aunque parezcan plurales ciertos nombres de pueblos y algunos vayan precedidos de artículo o de otra voz en este número, como Las Mesas, Dos Barrios, Ciempozuelos, etc., estímanse del nú- mero singular porque, cualquiera que haya sido su origen, repre- sentan ya una sola población; y así, decimos: Ciempozuelos está junto al ferrocarril de Madrid a Aranjuez. Otros nombres suenan como si fueran plurales, y no lo son. En Palos de Moguer, verbigracia, el nombre Palos no es plural de palo, vara gruesa y larga de madera, sino derivado del singular latino palus, «laguna>, por la que inme- diata a la población hubo antiguamente.
b) Al contrario, hay nombres que no tienen número singular o no se usan en él, como albricias, alicates, angarillas, calendas (pri- mer día de cada mes), calzoncillos, completas (parte del oficio divino), creces, enaguas (algo usado en singular), exequias, fauces, idus, laudes (parte del oficio divino), maitines, manes, mientes, nonas (la segunda de las partes en que los romanos dividían el mes), nupcias, parias (homenaje, tributo), puches, trébedes (en sentido de estufa úsase en singular), vísperas (hora del oficio divino), víveres, zaragüelles, con algunos otros; y los hay que sólo se usan como modos adverbiales, precedidos de una preposición; v. gr. : a hurtadillas, a sabiendas, en volandas, ae bruces.
DE LAS VARIAS ESPECIES DE NOMBRES
35. Divídense éstos en primitivos y derivados; simples y compues- tos; colectivos, partitivos y múltiplos; verbales; aumentativos, diminuti- vos y despectivos.
36. Primitivos y derivados (i). — Llámase primitivo el vocablo que ni procede ni se forma de otro de nuestra lengua; v. gr. : pan,
(1) Se hablará en este capítulo de todas las distintas partes de la oración primi- tivas y derivadas y simples y compuestas, para no repetir una misma cosa en dife- rentes lugares, y por no ser posible tratar de ninguna de ellas separadamente.
14 GRAMÁTICA CASTELLANA
azul, correr; y derivado, el que procede o se forma de uno primiti vo; como panadero, azulino, corretear. De los nombres, adjetivos y verbos primitivos nacen respectivamente, según se ve, nombres, ad- jetivos y verbos derivados; pero es de advertir que de los nombres nacen también adjetivos y verbos; como de amor, amoroso; de agu- jero, agujerear; que de los adjetivos se forman asimismo nombres y verbos; como de mayor, mayoría; de blanco, blanquear; y que de los verbos proceden igualmente nombres y adjetivos; como de ado- rar, adoratorio; de aborrecer, aborrecible. Hay además verbos y substantivos derivados de pronombres y de adverbios; como tutear, tuteo; bastantear, bastanteo, derivados del pronombre til y del adver- bio bastante. Aunque las voces derivadas pertenezcan a idiomas de que, ya formadas, las recibiese el nuestro, podrán y deberán consi- derarse como tales en la lengua castellana, siempre que al par exis- tan en ésta los primitivos de que han nacido aquéllas.
37. Entre los nombres de esta clase merecen singular mención los patronímicos, o sean los apellidos que, derivándolos del nombre de los padres, se daban a los hijos. El apellido castellano, en su ori- gen se formaba del nombre paterno provisto de una de las termina- ciones az, ez, iz, oz, uz; el acento de este derivado era variable, y así tenemos : Garciaz, hijo de García; Estébanez, hijo de Esteban; Alva- rez o Alvaroz, hijo de Alvaro; Mu?inioz o Munniuz, hijo de Munio. La terminación ez es la que predominó, formando la mayoría de los apellidos modernos : Martínez, Sánchez, Diez, etc. Pocos son los que se conservan con las otras terminaciones; como Muñiz, Muñoz, San- thiz, Ferraz, Férriz, Ferruz, Diaz.
38. a) Simples y compuestos. — Se llama simple el vocablo a cuya formación no contribuye ninguna otra voz agregada; v. gr. : coro,
Jino, tener, donde; y compuesto, el que consta de una palabra simple y de otra u otras voces o partículas; como ante-coro, entre-fino, con- tener, a-donde. Hay, pues, substantivos, adjetivos, verbos y adver- bios simples y compuestos.
b) En los vocablos de esta última clase, la voz o partícula ante- puesta suele aparecer con alguna alteración o elisión; v. gr. : carri- coche, cuatr-albo, co-operar, cuyas primeras partes componentes son carro, cuatro y con.
39. a) Las palabras compuestas constan de dos nombres (boca- manga); de nombre y adjetivo (barb i-lindo), o viceversa (salvo- conducto); de nombre y verbo (mani-obrar), o viceversa (guita-sol); de dos adjetivos (verdi-negro); de adjetivo y verbo (vana-gloriarse); de pronombre y nombre, verbo y participio (nuestr-amo, cual-quiera,
PARTE I, CAPÍTULO II 15
se-moviente); de verbo y participio (^asa-volante); de verbos enlaza- dos o no por conjunción (gana-pierde, va-i-vén); de verbos con pro- nombre sufijo (corre-ve-dile o corre-ve-i-dile); de dos adverbios (ante- ayer); de adverbio y nombre, adjetivo o verbo (menos-precio, mal- contento, mal-gasta)-); de una o dos preposiciones y nombre, adjetivo, verbo o adverbio (con-discípulo, entre-cano, sobre-poner, de-más, sub- de-legación, sub-de-legable, sub-de-legar, a-de-mds). Hay también com- puestos que resultan de otras varias combinaciones de voces sim- ples; v. gr. : en-hora-bj¿ena, haz-me-rreir, mil-en-rama, tras-ante-ayer, b) Los prefijos de las palabras de este género suelen ser prepo- siciones o voces que solamente como tales prefijos tienen en caste- llano uso y valor; v. gr. : f&s-traer, disentir, yíoso-manía, proto- notario. Los prefijos que usamos en castellano, además de los citados, son : a o an, ab, ad, ana, anfi, anti, archi, bis o biz, cata, centi, circum, cis, citra, deca, deci, des, di, dis, en, epi, equi, es, ex, extra, hecto, hiper, hipo, in, inter, kili, meta, mili, miria, jnono, ob, para, per, peri, pos, pre, preter, pro, proto, re, res, sin, sub, super, trans y ultra, cuyo valor en composición puede verse en el Diccionario.
40. a) Muchos de los vocablos compuestos pasaron ya formados de otras lenguas a la española; pero todos aquellos en que entra una voz que en castellano tenga valor por sí sola, deberán considerarse como-compuestos en nuestro idioma; v. gr. : .s^zz-círculo, /^-dura- ble, £*-poner, cuyos simples círculo, durable y poner existen en castellano.
b) Otros vocablos que constan de partes distintas y separables en lenguas extrañas, no pueden considerarse en la nuestra como compuestos; v. gr. : prescindir y sintaxis, en que respectivamente entran el verbo latino scindere y el substantivo griego xáciz, verbo y substantivo que nuestro idioma no tiene.
c) Tampoco son compuestas en castellano algunas palabras que pudieran parecerlo; v. gr. : expedir, que no viene de ex y pedir, sino del latín expediré, compuesto en aquella lengua de ex y de pes, pie.
41. Colectivos. — Se llaman así los nombres que en singular denotan número determinado de cosas de una especie; como decena, docena, veintena, cuarentena, quincuagena, centena, centenar, millar; o muchedumbre o conjunto; como ejercito, enjambre, gente, multitud, tropa, turba, etc.
42. Partitivos. — Son los que significan algunas de las diferentes partes en que se puede dividir un todo; como mitad, tercio, tm déci- mo, una cuarta, una ochava, el diezmo, una millonésima.
1 6 GRAMÁTICA CASTELLANA
43. Múltiplos. — Indican el número de veces que una cantidad comprende en sí a otra inferior; como duplo, triplo, cuadruplo, décu- plo, céntuplo.
44. a) Verbales. — Son los que nacen de los verbos, de cuya acción participan más o menos en su significado. Así, se forman : de andar, andador, andadura; de hacer, hacedor, hacedero, hacimiento; de ejecutar, ejecución; de escribir, escritura, escribano, escritorio, etc.; de abatir, abatimiento, etc.
b) Son también nombres verbales en su origen algunos que cono- cidamente proceden de verbos latinos, aunque éstos no hayan pasa- do a nuestra lengua; por ejemplo, misión.
45. Aumentativos y diminutivos. — Los substantivos y adjeti- vos, y algunos gerundios, participios y adverbios, acrecientan o men- guan su propio significado variando la terminación de la palabra; como de hombre, hombrón y hombrecillo; de mujer, mujerona y mujer- cita; de fr anco, francote; de bueno, buenecillo; de callando, callandito; de muerta, muertecita; de mucho, muchazo; de cerca y de lejos, cer- quita y lejitos. Los vocablos que así se forman se llaman aumentativos y diminutivos.
46. Respecto de su formación, se ha de advertir que en las diccio- nes terminadas en una vocal o en diptongo cuya segunda vocal sea a, e, o, desaparecen aquélla y ésta, si el sufijo empieza por vocal; y que si la voz finaliza en consonante, subsiste la consonante y des- pués de ella recibe el aditamento; v. gr. : de cama, cam-illa; de plei- to, pleit-ecillo; de fraile, frail-ecito; de bestia, besti-ecica; de piev pi-ececito; de genio, geni-ecillo; de zagal, zagal-ón. Exceptúanse de esta regla narigón, raigón, perdigón, donde los primitivos nariz, raízr y perdiz ven cambiada su última letra al hacerse aumentativos.
47. Para los aumentativos poseemos las terminaciones on, azo, acho, ote, con sus correspondencias femeninas ona, aza, acha, ota. A on se le anteponen a veces otras varias letras, por eufonía.
48. Mucho más variadas y ricas las terminaciones de los diminu- tivos, pueden reducirse a las vulgares ito, illo, ico, y a las menos co- munes uelo, in, ino, iño, ajo, ejo, ijo : todas con sus respectivas corres- pondencias femeninas, y a veces con alguna letra colocada entre el nombre positivo y la terminación.
49. a) No se crea, sin embargo, que las terminaciones propias de los vocablos aumentativos y de los diminutivos son característi- cas y exclusivas en cada cual de estas clases, pues iguales las llevan también, y a veces en mayor número, muchos nombres positivos,